Dopamina, la molécula del placer
Ciertas investigaciones científicas realizadas con monos Rhesus muestran que la región del cerebro conocida como la corteza prefrontal se estimula rápidamente cuando ocurre algo que consideramos muy importante para nosotros o simplemente esperamos que ocurra algo positivo, lo cual produce la liberación de una sustancia generadora de placer llamada dopamina. La dopamina la podemos definir como un mensajero químico, un neurotransmisor, que se encarga de regular la motivación y el deseo y hace que repitamos conductas que nos proporcionan beneficios o placer. Liberamos dopamina para conseguir algo bueno y evitar algo malo.
Sin embargo, el cerebro humano actúa de forma muy distinta cuando se trata de la toma de decisiones conscientes. Cuando elegimos conscientemente un objeto o una tarea en lugar de otra, se estimula una parte del cerebro completamente distinta. Por ejemplo, cuando los investigadores hicieron un seguimiento de la actividad cerebral en personas que estaban haciendo la compra en un supermercado, descubrieron que la zona que mostraba una mayor actividad era la corteza parietal, no la corteza prefrontal.
El problema reside en que la dopamina actúa con tal rapidez que sus efectos pueden sentirse de forma inmediata, pero los procesos de toma de decisiones que tienen lugar en la corteza parietal no conducen a una inyección inmediata de placentera dopamina. Esto hace que la corteza prefrontal, con sus inyecciones de dopamina, sea la más influyente de estas dos áreas del cerebro, influyendo considerablemente en nuestro comportamiento y no siempre para nuestro bien.
Así nos va
Esta búsqueda de gratificación instantánea, a menudo es para nuestro perjuicio, porque la corteza prefrontal puede hacernos propensos al comportamiento adictivo. Considera cuán frecuentemente adoptamos comportamientos destructivos como fumar, beber alcohol, comer en exceso o hacer cualquier cosa en exceso, aun sabiendo que son dañinos a largo plazo. La parte del cerebro que busca el placer inmediato está anulando a la parte del cerebro que tiene la habilidad de sopesar las consecuencias y tomar las decisiones más adecuadas.
Lo peor del asunto es que todo el dinero, el tiempo y el esfuerzo que gastamos en satisfacer la parte del cerebro que busca el placer no sirven de nada. Nunca habrá suficiente dinero, suficientes smartphones, suficientes videojuegos, suficiente comida, suficiente sexo, ni suficientes drogas para que nos sintamos verdaderamente satisfechos. El mundo de la publicidad y el marketing sabe bien este hecho. Nuestra única oportunidad de cambiar para mejor es alejarnos lo suficiente del activador de la dopamina para que podamos ver el cuadro completo. Sólo cuando buscamos otra perspectiva para ver las otras opciones, podemos alejarnos de los «chutes rápidos» y la gratificación instantánea.
Nuestra búsqueda incesante del placer o gratificación a cualquier precio está destruyendo nuestros cuerpos, nuestras relaciones y nuestros bolsillos, y está causando estragos en el mundo en que vivimos. Somos tan adictos a la gratificación rápida y temporal, que no estamos siendo capaces de sopesar las consecuencias de nuestras acciones sobre nosotros mismos y nuestro medio ambiente.
El momento ha llegado
Hasta que la demanda del consumidor no disminuya, los proveedores -traficantes del ego- seguirán dispuestos a intervenir y enseñarnos todo su muestrario de gratificantes golosinas instantáneas. El primer paso para salir de este círculo vicioso tiene que empezar con un cambio en la forma que tenemos de pensar. Para realizar este cambio de perspectiva lo más recomendable es disfrutar del momento presente tal cual es, sin intentar cambiarlo como si huyéramos de esta realidad y confiar en el futuro, esta actitud nos proveerá de unas decisiones adecuadas y que con el tiempo nos proporcionarán grandes beneficios.
Este cambio parece difícil de imaginar si estamos a la espera de una dosis de dopamina. Pero también a lo largo de la historia hemos visto situaciones en las que determinadas personas tomaron una decisión que servía al bien mayor de su comunidad, en lugar de sucumbir ante el encanto del placer a corto plazo o del beneficio económico. Podemos empezar con pequeños cambios y disfrutar del presente y poco a poco nuestra bioquímica se transformará. De esta forma nuestro propio cambio ayudará a transformar nuestra voraz e insaciable sociedad.
La transformación global debe provenir de un cambio profundo en nuestra manera de pensar, y por lo tanto, en nuestra bioquímica cerebral, esto influirá poderosamente en nuestra manera de actuar en el mundo. Por este motivo, acercarnos hacia modos de vida sostenibles, que estén en armonía con la naturaleza es algo que requiere una transformación real de las personas, una transformación que debe tener lugar en nuestras entrañas, en nuestra propia piel. Tenemos que cambiar nuestra bioquímica cerebral, nuestra adicción a la dopamina y así se transformará el mundo. Como dijo Mahatma gandhi: «Se tú el cambio que quieres ver en el mundo».
JOSÉ LUIS LÓPEZ DELGADO
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