UNA MIRADA DESDE LA EXPERIENCIA PSICODÉLICA

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos estado sumergidos en mares invisibles de creencias y costumbres, navegando a menudo sin cuestionar los vientos que guían nuestra existencia. Sin embargo, hay momentos privilegiados —como los que nos brinda la experiencia psicodélica— donde la marea se detiene y, por un instante, contemplamos las redes que han mantenido cautiva nuestra libertad interior. Bajo la influencia de las plantas maestras o de ciertas sustancias visionarias, se abre un espacio desde el cual podemos observar, a veces con una nitidez dolorosa y liberadora, cómo esas creencias y hábitos han sido grabados en lo profundo de nuestra psique.

Todos estamos inmersos en una maraña de creencias y costumbres que repetimos mecánicamente sin plantearnos de dónde vienen, desde cuándo, y si realmente sirven para algo. Tanto las religiones como los diferentes sistemas sociales han establecido ciertos parámetros por los cuales se rigen las vidas de infinidad de personas en cualquier parte del mundo. Algunas de estas creencias introyectadas en nuestra psique crean conflictos internos que nos pueden ocasionar una sensación de continuo malestar. Estas creencias nos hacen sentirnos enjaulados en nuestra propia psique, ocasionando lucha, conflictos y dudas.

Hasta que estas creencias no son desmanteladas o transformadas, muchas personas viven en un estado permanente de conflicto que les imposibilita vivir la vida con plenitud y libertad. Muchas de estas creencias nos alejan de una vida natural más armónica y saludable. Estas creencias están tan arraigadas dentro del inconsciente que nadie se suele replantear si quiera su existencia y piensan que las cosas son así y punto.
Podemos encontrar cientos y cientos de estas creencias que se manifiestan en un infinito abanico de costumbres y hábitos. Desde las formas de vestir y comportamiento a la gastronomía, las fiestas religiosas y laicas u otras celebraciones populares. Por ejemplo, ¿cuántas personas se sienten mal por no poder celebrar su cumpleaños o no poder asistir a la cena de Navidad?

Si indagáramos más en estos ejemplos, descubriríamos que festejar los cumpleaños es una celebración que sólo se realiza en ciertas partes del mundo y no desde hace tanto tiempo como creemos. Egipcios, griegos y romanos sólo celebraban los cumpleaños de dioses, nobles y gobernantes. Al ser una costumbre pagana, los cristianos no celebraron los cumpleaños hasta el siglo IV. Todavía hoy día existen varias culturas en las que no se celebran los cumpleaños. E igualmente, aunque no es fácil seguir la pista al origen de la Navidad, todo apunta a que sus raíces se remontan a la fusión de ritos chamánicos y la adoración del dios Mitra, divinidad persa del sol, (también conocida por los Romanos como Mitras). Se dice que Mitra nació en una cueva donde los pastores vinieron a rendirle culto asegurando que Mitra era el hijo de dios. El cumpleaños de Mitra se llevaba a cabo cada año el 25 diciembre y es a partir del siglo IV que el nacimiento de Jesús no se celebró hasta esas fechas haciéndolo coincidir con el solsticio de invierno. ¿Te resulta familiar esta historia?

 

Somos animales de costumbres

La exagerada importancia que se le dan a ciertas costumbres nos muestra lo atrapadas que están muchas personas y la poca libertad de que realmente disfrutan. La mayoría de personas rigen su vida por una ecuación: “si no hago esto que hace todo el mundo yo no soy como los demás y eso no es bueno”, y bajo este parámetro se han ido estructurando la gran mayoría de sociedades a lo largo de la historia. Así las creencias actúan como programas que dictan como han de hacerse las cosas y modelan nuestras costumbres. Si esto partiera de una base natural y con sabiduría, sin duda estas programaciones enriquecerían nuestra vida, pero la realidad es que no es así.

De hecho esto no sólo lleva a perpetuar costumbres y creencias, sino lo que es más grave, se intentan defender e imponer a toda costa: Fronteras, imperialismos, guerras, dictaduras, genocidios y toda clase de atrocidades cometidas por la humanidad. El resultado es que  el que no actúa igual que nosotros se convierte en un enemigo.

Entonces ¿De dónde vienen estos patrones? El ser humano, aún sigue siendo un «bebé» en el proceso evolutivo. Como humanos todavía no sabemos manejarnos con las emociones, los instintos, los pensamientos y, además, desconocemos las inmensas capacidades que poseemos como seres humanos. Somos como críos que aún no se conocen en profundidad y, que necesitan imperiosamente la aprobación de los demás. En base a esta necesidad, somos engañados por otros que nos programan a su antojo siguiendo sus propias creencias y conveniencias.

 

Despidámonos del sistema del absurdo

Así funcionan los sistemas imperantes, inculcando creencias, valores, leyes y todo tipo de imposiciones para que todo funcione a su antojo. Si bien es cierto que sin estos patrones parecería que todo sería un caos, esto no sería así si todos los individuos fuera realmente sujetos responsables de sí mismos y respetuosos con el prójimo: Individuos que supieran vivir realmente en libertad y en paz.
  creencias tóxicas como la fiesta de cumpleañosComo ya expresó C. G. Jung, vivimos en una sociedad totalmente neurótica, somos el propio producto de la sociedad: individuos altamente neuróticos en un estructurado mar de absurdos conflictos que se perpetúan generación tras generación. Y es nuestra responsabilidad darnos cuenta de ello y actuar con sabiduría, despertando de esta neurosis colectiva, actuando desde nuestra sabiduría interna, celebrando cada día el milagro de la vida.
Desde la lucidez que pueden aportarnos los estados ampliados de consciencia, producto tanto del trabajo interior como de la experiencia psicodélica, se nos invita a mirar de frente nuestros programas, a examinar la autenticidad de nuestras creencias, a soltar los grilletes invisibles impuestos, y a reconectar con una libertad genuina, nacida del conocimiento interior y el amor propio. Quizá, solo desde esa perspectiva, no necesitaremos que ningún sistema externo nos diga cómo celebrar, amar, trabajar o existir. Porque lo haremos desde la verdad profunda de nuestro ser, desde la experiencia de haber mirado —cara a cara, y sin miedo— la estructura de la propia jaula.

 

JOSÉ LUIS LÓPEZ DELGADO

 

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