La máscara y el autoengaño de la seguridad

Ocultarse es de las primeras reacciones del hombre ante las faltas cometidas y cuyo origen se encuentra en el miedo a ser descubiertos y juzgados. Ya el mito del Génesis, nos muestra cómo en el principio del ser humano surge el impulso a ocultarse, cuando Adán y Eva se cubrieron tras una hoja de parra al sentir vergüenza al descubrir que estaban desnudos ante Dios. Detrás de una «máscara» encontramos un común denominador: El miedo. Usamos máscaras por miedo a ser reprobados, miedo a ser criticados, miedo a no obtener la aprobación de los demás, miedo a expresarnos, miedo a hacer el ridículo, miedo a que nos conozcan tal y como somos en realidad. Muchas personas usan una máscara de frialdad e indiferencia, por miedo a parecer vulnerables frente a los demás. Otros usan la máscara del bufón como una manera de evitar los compromisos. Así, tenemos infinidad de tipos de máscaras y la mayoría son producto de la sociedad en que nos hemos educado.

La máscara tiene mil caras. Siendo todo aquello que oculta nuestra verdadera forma de ser tanto a los demás como a nosotros mismos.  Es el conjunto de autoengaños, justificaciones, mentiras, que nos decimos a nosotros mismos para no ver la realidad de las cosas. También la máscara es el conjunto de actitudes, que proyectamos a los demás y que ocultan nuestra verdadera forma de ser. Con el tiempo esa máscara pasa a reemplazar nuestra verdadera personalidad y vamos por la vida percibiendo la apariencia de las cosas sin conectar, conocer o intimar con nada de lo que nos rodea.

La máscara es una adecuación que nos permite relacionarnos con los demás con cierto grado de seguridad. O sea que, a través de las máscaras, podemos comunicarnos o podemos controlar la comunicación proporcionándonos una falsa seguridad.  Lo cierto es que nos resistimos a quitárnoslas aun cuando sentimos que sería bueno hacerlo. Protegidos por ellas, podemos vivir en un continuo aislamiento emocional ya que nos da miedo la intimidad. Sentimos un miedo atroz a mostrar nuestro lado vulnerable y más profundo –nuestra sombra psicológica–. Por lo tanto, evitamos comunicarnos íntimamente, evitamos el contacto real. La máscara nos protege y crea una distancia con los demás. Al final, toda la vida se reduce a un baile de máscaras, a un ir y venir de personas que no se tocan, nos se comunican, un desfile de seres humanos que realmente no se conocen.

Estamos tan atrapados en las máscaras que en el arte, el cine y la literatura hemos creados infinidad de héroes y villanos que ocultan su identidad tras una máscara: El zorro, Spiderman, Batman, Ironman, Darth Vader, o la máscara de hockey de Jason de la película Viernes 13 por poner sólo unos pocos ejemplos. Estamos tan identificados con la máscara que creamos fiestas y eventos para escondernos y desinhibirnos tras la seguridad de otras máscaras como Halloween o Carnaval. Quizás uno de los mejores ejemplos sea el que aparece en el relato corto de Edgar Allan Poe La máscara de la Muerte Roja que está basado en un baile de máscaras en el cual el personaje central resulta ser su propio disfraz.

 

La ansiedad, el impulso a dejar de fingir

La máscara nace como un mecanismo de defensa psicológico debido a que no queremos ver la realidad de las cosas, no queremos mostrar la realidad de lo que somos, así que sencillamente nos ocultamos con una apariencia.  Es una reacción de la no aceptación del presente, tanto exterior como interior. Muchas veces suceden cosas que son nuestra responsabilidad, pero que no queremos enfrentar, así que como siempre, tomamos el camino más fácil y nos mentimos a nosotros mismos y participamos en un inmenso teatro colectivo de zombies socialmente aceptados.

Pero ocurre que con el tiempo la presión interior –todo lo que no hemos querido ver o sentir– es demasiado grande y emerge con gran fuerza alterando nuestra aparente estabilidad y es cuando sentimos ansiedad. Llega un momento en que las máscaras se desmoronan por la presión, y la ansiedad se convierte en algo indeseable e incómodo que las máscaras no pueden ocultar. Y es cuando se recurre al profesional de bata blanca que a base de química nos ofrece una capa de barniz para seguir usando máscaras más gruesas y resistentes. Así, usamos más capas y capas de barniz que no solo nos separan de los demás, sino de nosotros mismos.

Hoy en día se dice que vivimos en la era de la ansiedad, y esto ocurre porque la propia vida –nuestra capacidad evolutiva– se abre paso empujándonos a ser seres más auténticos. Es el momento de desprendernos de las máscaras, las armaduras, los antifaces, las caretas, los disfraces y los maquillajes tras los que nos escondemos y así poder vivir con plena libertad y dejar de cargar con la culpa, la vergüenza o el miedo que nos mantienen atrapados en un nebuloso baile de máscaras.

JOSÉ LUIS LÓPEZ DELGADO

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