Son muchos los buscan conocer el origen de la humanidad y han creado teorías para tratar de explicar fenómenos tan singulares como la propia aparición de la conciencia humana. El famoso «eslabón perdido» en la evolución humana se refiere a una especie de salto evolutivo, inexplicable para muchos científicos, que produjo que un grupo de homínidos se desmarcara tajantemente del resto. A finales de la década de los 80 el filósofo, etnobotánico y psiconauta Terence Mckenna, desarrolló la curiosa “Teoría del mono drogado” que apareció en su obra El Manjar de los Dioses: La búsqueda del árbol de la ciencia del bien y del mal. Una historia de las plantas, las drogas y la evolución humana. La teoría del mono drogado –o “Stoned Ape Theory”– de McKenna tiene una larga lista de seguidores, incluyendo a científicos y filósofos como Graham Hancock, Ram Dass (Richard Alpert) o Timothy Leary.
Esta teoría propone a la psilocibina como uno de los compuestos catalizadores de la autoconciencia humana; de acuerdo con esta investigación, la psilocibina (y otras moléculas similares como el DMT) tendrían la capacidad de actuar como agentes mutágenos sobre los primates que las incluyeron en su dieta, generándose así una relación dinámica y simbiótica entre primates y vegetales psicotrópicos, dando paso al surgimiento del lenguaje simbólico y a formas complejas de organización social como la religión. Ya con anterioridad, el banquero y micólogo R. Gordon Wasson y su esposa, Valentina, plantearon tras el curso de sus investigaciones una más que evidente relación entre las plantas psicotrópicas y los cultos religiosos, el chamanismo y los ritos iniciáticos llevados a cabo en numerosas culturas antiguas.
Simbiosis y coevolución entre especies
Comer una planta o animal es un modo de simbiosis, una fusión entre dos seres, donde el que sirve de alimento es sacrificado, se transforma y pasa a formar parte del metabolismo del que lo ingiere. Terence McKenna sostiene en su estudio sobre los psicotrópicos el modelo de una simbiosis entre especies, a modo de coevolución, en el desarrollo de las plantas, los humanos y del resto de los animales. McKenna afirma que los alcaloides psicoactivos contenidos en algunas plantas visionarias fueron el catalizador o detonante del gran crecimiento cerebral en los primeros homínidos hasta llegar al homo habilis, al homo erectus y, posteriormente, al actual homo sapiens. Esta dieta a base de plantas psicoactivas constituyó una pauta evolutiva que mejoró considerablemente la facultad humana de procesar la información y aumentar la sensibilidad ambiental, contribuyendo a la repentina –en términos evolutivos– expansión del tamaño del cerebro El micólogo y escritor Paul Stamets habla de la gran similitud química entre el neurotransmisor serotonina y el “neurotransmisor” psilocibina y sugiere que a través de las redes del micelio se transmite la información de forma muy similar a como ocurre en el propio cerebro humano. Stamets cree que la naturaleza nos está hablando a gritos, pero no podemos escuchar el mensaje. E igualmente que McKenna cree que los hongos psilocíbos son mediadores entre el ser humano y la naturaleza.humano.
McKenna sugiere también que la domesticación del ganado trajo consigo un gran contacto con los hongos psilocibios, debido a que muchas especies de estos hongos sólo crecen entre los excrementos del ganado bovino. Ambos alcanzaron el estatus de culto sagrado. Así podemos encontrar el culto al toro y los hongos en la cultura minoica en toda la cuenca del mediterráneo y es muy probable que el estatus sagrado de las vacas en India sea por esta misma razón. ¿No es curioso que el simbolismo del toro Nandi, sea la montura de Shiva, dios de la conciencia y el ascetismo místico?
Psilocibina y lenguaje
La psilocibina, perteneciente a la familia de las triptaminas, es el compuesto activo de muchos hongos psicotrópicos, dicho compuesto es transformado por nuestro organismo en psilocina, un neurotransmisor cerebral que actúa sobre los receptores serotoninérgicos 5-HTP, es decir, es un químico análogo a la serotonina, uno de nuestros neurotransmisores más básicos. El micólogo y escritor Paul Stamets habla de esta gran similitud química entre el neurotransmisor serotonina y la psilocibina y sugiere que a través de las redes del micelio se transmite la información de forma muy similar a como ocurre en el propio cerebro humano. Stamets cree que la naturaleza nos está hablando a gritos, pero no podemos escuchar el mensaje. E igualmente que McKenna cree que los hongos psilocibios son mediadores entre el ser humano y la naturaleza.
Una faceta crucial de la teoría de McKenna es que el lenguaje se originó de la necesidad de comunicar los deseos propios sin tener que recurrir a la violencia física. Debido a los efectos pacificadores de la psilocibina y sus correspondencias evolutivas, la agresión física directa como medio de comunicación habría sido disminuida, dando lugar a nuevos modos de convivencia más pacíficos. La teoría del mono dopado tiene mucho crédito debido a que explica el eslabón perdido y la rápida evolución y desarrollo del neocórtex humano y del propio lenguaje. Hay que recordar que McKenna retoma de Platón y sus seguidores el concepto de Logos (palabra o inteligencia divina) y especula que en la dimensión de la experiencia psicotrópica, la psilocibina sería capaz de establecer una conexión directa con esa elevada forma de conciencia cósmica, esto mismo explicaría el surgimiento de la figura del chamán, ya que una de cuyas principales funciones es servir de nexo entre el ser humano y la inteligencia de la naturaleza o Logos.
Un antecedente para comprender mejor la teoría de McKenna puede ser encontrado en la antología de 1973 «Alucinógenos y chamanismo», esta obra fue editada por el antropólogo Michael Harner presentó un ensayo que más tarde se convertiría en una piedra angular de la teoría de McKenna. Nos referimos al ensayo “los hongos del lenguaje”, donde el poeta y escritor Henry Munn se anticipa a McKenna y ubica la posibilidad de que la psilocibina jugara un papel fundamental en la aparición de procesos mentales avanzados ligados al desarrollo del lenguaje entre los primeros grupos humanos.
Munn define al lenguaje como una actividad extática de significación; esto establece que al encontrarse intoxicado por la psilocibina proveniente del hongo, la fluidez, facilidad e idoneidad de la expresión verbal es tal que uno se ve asombrado por las propias palabras que se emiten. Usando la definición de Munn se puede incluso señalar que dicha espontaneidad propulsada por los hongos no sólo sería un fenómeno de carácter perceptivo, sino también de orden lingüístico.
De manera similar, McKenna plantea que bajo la influencia de la psilocibina, las estructuras lingüísticas que definen nuestra realidad ordinaria comienzan a disolverse, dando paso a la supresión de los filtros neuroquímicos que dividen al Yo del Otro, permitiendo percibir y descargar aquella información que se encuentra más allá de lo comunicable.
JOSÉ LUIS LÓPEZ DELGADO
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