Psicóticos y chamanes

La travesía interior se podría equiparar en cierta medida a una psicosis. La esquizofrenia, la enfermedad mental por antonomasia, es un tipo de psicosis. Se trata de un trastorno mental que se caracteriza por alteraciones en la percepción, el pensamiento, la emotividad y la conducta donde desaparecen los límites entre lo real y lo imaginario y donde suelen aparecer síntomas alucinatorios y delirantes.

En su estudio de las culturas primitivas, el etnopsiquiatra francés G. Devereux llega a la conclusión de que no en todas ellas existen enfermos de esquizofrenia, y que esta enfermedad sólo aparece en aquellas culturas que han sufrido la influencia de las sociedades industrializadas. En las culturas que son consideradas como primitivas su equilibrio psíquico está mucho más acentuado, ya que desde hace miles de años tienen gran cantidad de métodos para equilibrar y armonizar el mundo interior y el mundo exterior. Los chamanes son los grandes conocedores de dicha metodología, que a través del empleo de diversas plantas y determinados rituales realizan dicha transición a la realidad no ordinaria. 

La gran diferencia entre un chamán bajo los efectos de una planta psicodélica y un psicótico reside en que, mientras el chamán puede controlar y operar tanto en el mundo interior como en el mundo exterior, el esquizofrénico no distingue el mundo exterior del mundo interior, con las graves consecuencias que esto acarrea de cara a poder realizar cualquier actividad con normalidad. 

 

La estructura de la psicosis

El escepticismo vigente en nuestras sociedades materialistas suele producir un choque brutal al encontrarse con los aspectos autónomos del inconsciente, lo que nos lleva a preguntarnos colectivamente si nos hemos vuelto locos o somos víctimas de una alucinación. C. G. Jung es de la opinión de que el camino hacia las profundidades de la psique está plagado de dificultades y de que se necesita gran valor y fuerza para soportar tanto el encuentro con figuras o entes inmateriales, ya sean de aspectos negativos o positivos, como para asimilar lo indefinible e incomprensible que irrumpe en la psique. La sociedad industrializada de hoy en día huye de todo contacto que esté más allá de lo que considera racional y cotidiano, aquello que constituye su estructuración de la realidad.

Las manifestaciones psicóticas, que aparentemente resultan incomprensibles, surgen rigiéndose por leyes o estructuras muy determinadas, por lo general al margen de la capacidad volitiva del individuo, algo similar a lo que ocurre en los sueños. Cuando el ego no es capaz de asimilar o resolver cualquier vivencia traumática, puede aislar de su percepción dicha experiencia ocultándola en la sombra. Y lo que suele ocurrir es que cuando los mecanismos de control consciente del ego son debilitados, por ejemplo mediante técnicas de trance, experiencias traumáticas o momentos de crisis, dichas vivencias se vuelven entonces inaceptables para la personalidad, y es cuando emergen de la profundidad del inconsciente donde han adquirido un poder autónomo, actuando libremente y dejando al individuo incapacitado para realizar incluso las tareas más sencillas de la vida cotidiana. La persona se vuelve por completo víctima del lado oculto de su psique y se abre una brecha hacia lo desconocido del inconsciente generando gran confusión y sufrimiento.

Lo cierto es que el psicótico pierde todo interés por la realidad, observa todo desde su perspectiva alterada y vive sus fantasías y proyecciones oníricas como su realidad, alejado del mundo físico que le rodea. Vive atrapado y absorbido por el contenido descontrolado del inconsciente. Las fantasías oníricas de la psicosis constituyen antes que nada una manifestación de un estado regresivo, el intento de una búsqueda de solución o seguridad en un pasado que se aleje de la angustia del momento presente, ya sea la búsqueda del útero, del paraíso o del equilibrio del origen primordial e indiferenciado.

 

La psicosis experimental y el uso de los psicodélicos

Los estados alterados de la conciencia experimentados bajo los efectos de sustancias psicodélicas también nos conducen a una forma determinada de psicosis, la denominada “psicosis experimental”, a través de la cual se manifiesta en un contexto de sanación el contenido del inconsciente y donde, por medio de mapas y guías adecuados, podemos integrar terapéuticamente la experiencia, ya sea durante el transcurso de la misma o momentos después.

Sin embargo, conviene señalar precisamente que el empleo indiscriminado y sin control que se suele hacer en nuestras sociedades contemporáneas de estas substancias, supone en ese sentido un grave riesgo para el individuo, que puede ocasionar grandes problemas sin la integración adecuada de la experiencia psicodélica. Este es el gran dilema de utilizar recreativamente poderosas substancias modificadoras de la psique, dado que, llegado el caso, ni la ignorancia ni la imprudencia protegerán al individuo de una experiencia desagradable o incluso devastadora, modelada por los contenidos ocultos e incontrolados del inconsciente (la sombra que forma parte de nuestra psique). Lo cierto es que hay personas capaces de integrar su experiencia —aun siendo muy dura— en la cotidianeidad mientras que otras quedan profundamente afectadas.

JOSÉ LUIS LÓPEZ DELGADO

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